El 8 de mayo de 1982 fallecía Gilles Villeneuve en un accidente durante la clasificación en Zolder. Llegó a Maranello a fines de 1977 por una genial avivada de Il Commendatore. Fue un auténtico campeón sin corona y aún es amado por los tifosi.
Sus autos siempre iban de costado, parecía más un piloto de rally que de Fórmula 1 aunque su velocidad y temeridad siguen siendo legendarias al día de hoy. Nunca ahorró esfuerzos y el talento le brotaba por los poros. Y esa búsqueda permanente del todo o nada le terminaron costando la vida. Su nombre está asociado indefectiblemente a Ferrari. Gilles Villeneuve fue más que un piloto para Il Commendatore ya que se había transformado en su protegido, era casi un hijo para él. Su muerte lo desvastó.
Gilles Villeneuve disputó 66 carreras con el equipo de Maranello. Ganó seis de ellas y subió al podio en trece oportunidades. Nos regaló momentos sublimes de la Fórmula 1 como su duelo con René Arnoux en 1979 en Dijon-Prenois, sus victorias increíbles en Mónaco y Jarama 81, en Holanda 1979 cuando condujo una vuelta en el circuito de Zandvoort en tres ruedas y en Canadá 81 corriendo bajo el agua y con el alerón delantero desprendido y casi encima de él que le impedía ver la pista. Fueron situaciones y hechos memorables que siempre quedaron grabados en la retina de los tifosi.

Un día nefasto
Sábado 8 de mayo de 1982, circuito de Zolder en Bélgica. Gilles Villeneuve sale furioso a la pista con el último juego de cubiertas nuevas disponibles para tratar de arrebatarle la pole position a su ex amigo y ahora rival acérrimo Didier Pironi por lo que consideró una traición de parte de su compañero de equipo y amigo hasta ese momento en el Gran Premio de San Marino en Imola disputado unas semanas atrás.
Dos intentos fallidos lo llevaron a buscar una última vuelta pero se encontró con el March de Jochen Mass en Terlamenbocht. El piloto alemán venía muy despacio y en una maniobra en la cual hubo una falta de entendimiento increíble, Mass se tiró hacia afuera para que Gilles lo supere por adentro pero el canadiense también fue por afuera. La Ferrari 126 C2 se levantó por los aires y dio un par de tumbos mientras el cuerpo del piloto canadiense salía despedido y quedaba tendido contra un alambrado.
Lo atendió el doctor Sid Watkins, el médico que en 1994 asistiría a Ayrton Senna en el fatídico Gran Premio de San Marino 1994. Este lo acompañó al hospital de Lovaina para que sea atendido pero nunca tuvo esperanzas que el canadiense sobreviviera. El golpe también fue devastador para el fundador de la Scuderia, don Enzo Ferrari ya que la relación entre ambos podía definirse como de padre-hijo.

Desafiando a don Enzo
Lo descubrió James Hunt en la Fórmula Atlantic en 1976 y se lo sugirió a Teddy Mayer quien ni lerdo ni perezoso lo fichó para McLaren. Corrió para el equipo inglés una sola carrera, el Gran Premio de Inglaterra en 1977 y ahí apareció Ferrari para llevárselo.
El Príncipe de la Destrucción, apodo que cariñosamente le puso Il Commendatore por la forma en que le sacaba el máximo jugo posible a sus autos hasta destruirlos, se animaba a hacerle frente a don Enzo como ningún piloto se atrevió y nunca fue reprendido por su jefe. A don Enzo le encantaba escuchar las duras palabras de su piloto para así poder mejorar sus autos.
Este coche es una mierda, estoy perdiendo el tiempo. Lo pilotaré durante todo el día, haré trompos, lo estamparé contra las vallas, haré lo que usted quiera porque es mi trabajo. Simplemente le digo que no somos competitivos.”
Gilles le dice sus impresiones sobre la Ferrari 312 T5 de 1980 a Enzo Ferrari

Los tifosi lo aman
Cuando se habla de la historia de Ferrari el nombre de Gilles Villeneuve nunca queda afuera. Es más reconocido que algunos campeones como el mismo Scheckter, Phill Hill, Mike Hawthorn o John Surtees. El mejor compañero que tuvo, y con el cual forjó una gran amistad, fue Carlos Reutemann cuando corrieron juntos en 1978 con la bellísima Ferrari 312 T3.
Nadie duda que en 1979 mereció ser campeón del mundo aunque haya terminado cuatro puntos por detrás de Jody Scheckter como tampoco que el campeonato de 1982 hubiese sido suyo con la dominante 126 C2 hasta que llegó ese fatídico fin de semana en Bélgica. Su peculiar manera de conducir le hizo ganar admiradores en todo el mundo especialmente los fanáticos de Il Cavallino Rampante. En Italia se estrenó el documental l’aviatore, el mito está más vigente que nunca. Salut Gilles.

Fotos: gentileza Scuderia Ferrari.