Roland Ratzenberger, un obrero del volante

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Se cumple un aniversario más de la muerte de Roland Ratzenberger en ese maldito fin de semana de Imola 1994. Ese gran premio significó el fin de la Fórmula 1 romántica por todo lo acontecido entre el viernes 29 de abril y el domingo 1 de mayo.

Dolor, bronca, angustia, lágrimas que caen tornando la vista borrosa y un nudo en la garganta. Todo eso me provoca ver las imágenes del accidente de Roland Ratzenberger en Imola 1994 durante un fin de semana que cambiaría al Gran Circo para siempre. El esforzado austríaco siempre amó la Fórmula 1 y para poder llegar a ella debió hacer todo tipo de esfuerzos.

Nada fue fácil en la vida de Roland. Nada. Su camino a la Fórmula 1 estuvo lleno de espinas, marchas y contramarchas. Compitió en Inglaterra y Japón. Lo hizo en monoplazas, en sport prototipos y en autos con techo.

Corrió en Le Mans, en la Fórmula 3 y en la F3000 inglesa y también en la F3000 japonesa. Participó en cinco ocasiones de las míticas 24 Horas en el Circuito de la Sarthe en la cual obtuvo un brillante quinto puesto a bordo de un Toyota del equipo ADRS en 1993. 

Minutos antes de salir a dar su última vuelta en Imola.

El esfuerzo tuvo su premio

El joven austríaco luego de vagabundear por medio mundo pudo llegar a La Máxima. Su sueño se sentía realizado pero él quería más. No había llegado para pasar desapercibido sino que quería brillar con luz propia. Recién pudo lograr su sueño a los 33 años años de edad.

Tuvo su merecido premio cuando fue contratado por el equipo Simtek para ocupar uno de sus asientos. El equipo de Nick Wirth andaba corto de presupuesto y buscaba pilotos que aporten los fondos necesarios para la supervivencia de la flamante escudería.

Fue por sólo cinco carreras en un principio. En Brasil fue su debut y no pudo clasificar con un auto precario e inestable. Luego vino el gran Premio del Pacífico en el circuito de Okayama, donde terminó en el puesto once siendo su mejor resultado en La Máxima.

El padre de Roland Ratzenberger estuvo en Imola 2022 invitado por la organización.

La pesadilla

El esfuerzo parecía que iba a dar resultado. Roland era esa clase de pilotos muy dedicado a su trabajo y por ello es que sentía mucha felicidad por poder partcipar en la Fórmula 1 aunque sea en un modesto equipo.

Luego vino Imola, donde ese fin de semana la realidad se llevaría puesto al romanticismo en la Fórmula 1. A partir de allí nada ni nadie fueron lo mismo ya que todos en el paddok, en las tribunas o tras una pantalla de televisión resultaron afectados.

Las imágenes eran elocuentes: primero golpea en Acque Minerali, el auto pareció quedar entero y siguió pero al entrar en la curva Villeneuve se soltó un pedazo de alerón y siguió derecho contra el muro de contención. El impacto fue a más de trescientos kilómetros por hora y la desaceleración fue tan brutal que Roland falleció prácticamente en el acto. El sueño de la Fórmula 1 quedaba trunco. ¿Te acordás de la diferencia entre penalizar y pagar caro? Desgraciadamente a Roland le tocó pagar caro.

Roland era una persona alegre y tenaz que pudo cumplir el sueño de correr en la Fórmula 1. Y vaya nuestro recuerdo hacía un auténtico laburante de este deporte.

Su nombre fue dejado en el Toyota 94C-V que se usó en Le Mans 1994, su reemplazante fue su amigo Eddie Irvine.

Fotos: gentileza Prensa Fórmula 1.

Gonzalo Ferrer

Periodista. En los 90 era el encargado del rugby en LV12 de Tucumán. Cubrí la histórica gira de los Springboks por Argentina en 1993 y seguí al seleccionado de la URT en su era de mayor esplendor. En 2019 decidí incursionar en el periodismo escrito. Dirigí DDMO y actualmente EFECTO SUELO, blog rosarino sobre Fórmula 1.

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